«Pero ahora no estoy tan segura de creer en principios y finales. Hay días que definen nuestra historia más allá de nuestra vida, como el día en que ellos llegaron.»
Louise Banks, en La llegada (Denis Villeneuve, 2016)
 
 
 
El enlace del periodo de confinamiento que se inició en marzo con la preparación de un concurso-oposición para una plaza de profesor defendida en septiembre provocó que este verano fuera de los más extraños que he vivido. Recupero ahora algunos de los textos escritos durante esa etapa, como los que dan comienzo a la documentación presentada en el concurso. El primero de ellos trata sobre la asignatura objeto del proyecto docente y mi experiencia al cursarla.

 

La Escuela Técnica Superior de Arquitectura de A Coruña se creó en el año 1973. Un cuarto de siglo después, mientras comenzaba el Curso de Orientación Universitaria, tomé la decisión de estudiar arquitectura, rompiendo con la tradición familiar de varias generaciones dedicadas al magisterio en distintos niveles de enseñanza. Una ruptura que se produjo solo en parte, porque el interés por la docencia me llevó, al terminar los estudios de arquitectura, a continuar formándome como profesor, comenzando a ejercer esa tarea en octubre de 2007, al ser contratado por la Universidade da Coruña como interino de sustitución para dar clase en el mismo centro donde había cursado la carrera, impartiendo la asignatura de primer curso Introducción a la Arquitectura.

Si en la ciencia ficción se emplea habitualmente el término «primer contacto» para referirse al encuentro inicial entre dos culturas que desconocen mutualmente su existencia, podría aplicarse como metáfora a mi encuentro con los estudios de arquitectura. Mi familia no tenía ninguna relación con el oficio y solo contaba con buenas experiencias en las asignaturas de bachillerato relacionadas con el dibujo y la historia, además de los consejos que me habían proporcionado algunos arquitectos y profesores universitarios al plantearles mis dudas sobre qué carrera escoger. Llegaba a la Escuela, por lo tanto, con muy poca información sobre lo que me esperaba.

En ese primer contacto resultó fundamental la asignatura Introducción a la Arquitectura. El primer día de clase dejamos el aula y acompañamos al profesor hasta el extremo de dique de abrigo Pedro Barrié de la Maza, posiblemente el lugar más distante y extraño de la ciudad que podríamos imaginar para introducirnos en arquitectura. Desde allí comenzamos, todos juntos, a ver y pensar en arquitectura. A entender nuestro espacio y nuestro tiempo, y el papel que juegan esas dos variables en el devenir de la historia. 

Usando la historia como principal herramienta de aprendizaje, el curso académico que acompañó al cambio de siglo resultó esencial para comprender en qué consistiría la carrera de arquitectura y la futura vida profesional. Aquella asignatura que se había iniciado frente al puerto de A Coruña, terminó, de nuevo magistralmente, en el otro extremo de la ciudad, escuchando a Manuel de las Casas en el interior de la obra por la que acababa de ser galardonado con el Premio Nacional de Arquitectura.

Ahora, dos décadas después de aquel inolvidable primer contacto, se presenta este proyecto docente para Introducción a la Arquitectura, confiando en que pueda servir para dar forma a un curso tan completo y enriquecedor como el vivido en mi propia experiencia como estudiante.

Imagen: Thomas Cole, «El sueño del arquitecto» (1840).